La llamada Cumbre de las Américas se llevará a cabo del 6 al 10 de junio y tendrá como sede -por vez primera desde 1994- a Estados Unidos.
No obstante, los preparativos ya se han visto envueltos en la polémica; ya que, la que probablemente sea la reunión diplomática más importante del continente, sea aprovechada por Joe Biden para afianzar su influencia sobre algunos de los países de América Latina.
Aunque, a decir verdad, el ruido en medios de comunicación y redes sociales se ha desatado por la controvertida lista de invitados, en donde se suman diplomáticos de España y Ucrania, pero se dejan fuera a los mandatarios de Venezuela, Guatemala y Cuba. Razón por la cual algunos líderes latinoamericanos han mostrado su descontento y amenazan con no asistir a la Cumbre si no se cuenta con la participación de todos los países del continente.
Y es que el origen y evolución que ha experimentado la Cumbre tienen un carácter eminentemente político. Sin que esto repercuta directamente en el devenir histórico de las naciones involucradas. Dado que los instrumentos habitualmente adoptados han sido: una Declaración de índole esencialmente política (que tan solo se encarga de fijar lineamientos básicos) y, al mismo tiempo, Planes de Acción, que se formulan en términos tan genéricos que, salvo raras excepciones, no establecen ningún tipo de compromiso del que deriven derechos y obligaciones.
Siendo uno de los señalamientos más puntuales y críticos sobre La Cumbre de las Américas, es que se dentro de ella se priorizan temas de interés para el gobierno de las barras y las estrellas, por sobre los del continente.
Por su parte, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha dicho que su participación no se confirmará hasta que EE.UU. invite a todos los países del hemisferio, sosteniendo que ningún país debe ser excluido de la cumbre.
En cualquier caso, la historia de las pasadas Cumbres asegura que el factor hegemónico es una de las razones que han propiciado el surgimiento de una instancia de esta índole. Aunque cabe señalar que la situación política en América ha sido otro factor decisivo e importante en la conformación de dicho órgano consultivo.
“Por primera vez en la historia, las Américas son una comunidad de sociedades democráticas. Si bien nuestros países enfrentan diferentes desafíos en materia de desarrollo, están unidos en la búsqueda de la prosperidad a través de la apertura de mercados, la integración hemisférica y el desarrollo sostenible. Estamos decididos a consolidar y fomentar vínculos más estrechos de cooperación y a convertir nuestras aspiraciones en realidades concretas”
Declaración Final 1ra Cumbre de las Américas
Miami 1994
Luego entonces, la Cumbre no es la expresión de una Organización internacional, carece de voluntad propia y no dispone de órganos permanentes que aseguren su personalidad jurídica y que potencien labores normativas.
Sin embargo, aunque la idea de una “unión hemisférica” define la esencia de la Cumbre, los acentos se sitúan en el carácter económico. De ahí que la Cumbre está destinada, exclusivamente, a constituir como un punto de referencia en torno a principios, guías, orientaciones y pautas.
De acuerdo con el presidente, el neoliberalismo es la política económica causante de gran parte de los problemas del país. Speech que ha venido repitiendo desde hace ya varios años.
Sin embargo, el pasado martes, sorprendió a propios y extraños al declarar que el modelo neoliberal, aplicado sin corrupción, “no sería del todo malo”, sosteniendo que cualquier modelo económico, con el agravante de la corrupción, no sirve de nada.
Pero comencemos por el principio, ya que resulta curioso encontrar que, en su definición, el neoliberalismo ha sido entendido como un intento por impulsar la perspectiva hacia el estado de bienestar; influyendo en el desarrollo económico y limitando el papel del estado, reservando en manos de particulares el objetivo de inversión.
Aunque también es preciso mencionar, que este modelo político-económico-social es la forma dominante del capitalismo contemporáneo. El cual busca “la restauración del poder de clase”.
Y es que en palabras del expresidente estadounidense Reagan, “el modelo neoliberal es aquel que está diseñado para que los que saben generar riqueza lo hagan, esperando que los beneficios vayan goteando hacia las clases de abajo”. Aunque de acuerdo con el doctor Arturo Huerta, académico de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México, este modelo se encuentra “comandado por las grandes empresas y el sector financiero, que es quien regula la actividad económica, por lo tanto, ellos están en contra de la participación y presencia del Estado (gobierno) en la economía”.
Pero dejando de lado las emotivas definiciones, ¿porqué del discurso anti neoliberal del actual mandatario nacional?
Tomando en cuenta que una de las peculiaridades del modelo neoliberal es el predominio de la razón económica sobre la política, es decir, bajo el neoliberalismo la lógica del funcionamiento del mercado y la ganancia se convierten en los factores determinantes de la organización de la vida social; nada fuera del mercado puede ser racional.
Por lo que resulta comprensible (más no justificado) que el presidente de México ha culpado a la política neoliberal de frenar el crecimiento económico, así como del aumento de la pobreza y la corrupción. Incluso comparó las tres décadas que ha estado vigente este modelo económico, con los tres siglos de saqueo de la corona española. Pronunciando que la violencia y desigualdad que vive el país es producto de la política de saqueo y abandono de la gente, resultado del neoliberalismo.
Aunque desde el punto de vista social, el neoliberalismo permite al Estado relegar -y relajarse de- sus responsabilidades, en temas como la salud, educación e incluso la política social. Permitiendo que otros actores participen en la oferta de servicios y /o bienes.
Resultando interesante la tesis de Miguel Álvarez Texocotitla (Profesor-Investigador, Universidad Autónoma Metropolitana) quien, se cuestiona si con el ascenso de AMLO a la presidencia, ¿Se ha debilitado la ideología del fundamentalismo de mercado en México o ésta se encuentra en una fase de su desarrollo donde el populismo le es funcional?
Misma que trata de responder desde los hechos observados, argumentando que: “en el gobierno actual de México se utiliza una retórica anti-neoliberal, pero la administración mantiene intactos y, en el peor de los casos, profundiza los principios fundamentales de la ideología del libre mercado.”
Más allá de planteamientos ideológicos y del contexto político que el país enfrenta, es preciso analizar -objetivamente, aunque no desapasionadamente-, cómo los acuerdos políticos infieren en la realidad social más de lo que uno pudiera imaginar.
Y es que luego del más reciente viaje de Andrés Manuel a la Habana, en donde firmó un acuerdo de cooperación, con su homólogo Miguel Díaz-Canel; tratado que incluye la compra de la vacuna anti-covid19 desarrollada por el país caribeño y la contratación de 500 médicos provenientes de la isla.
Aunque cabe precisar que, el gobierno mexicano informó que el acuerdo incluye la formación de especialistas, investigación, así como el intercambio de vacunas y medicamentos; la noticia cayó como balde de agua fría entre la opinión pública, políticos (de oposición), analistas y una parte importante de la comunidad estudiantil y de doctores mexicanos, quienes llenaron las redes sociales con críticas y señalamientos ante lo ocurrido.
Siendo, la precariedad laboral de médicos, personal de enfermería y demás trabajadores del sector salud en México, el caldo de cultivo idóneo para detonar un malestar generalizado. Además de que a inicios de la pandemia ya se había evidenciado las carencias en este sector, principalmente en la falta de materiales, equipo y protección básica.
A propósito de los profesionales de la salud y de la promoción de servicios de calidad, es importante mencionar que -quizás- es lo menos relevante para llevar a cabo la firma del documento entre ambas naciones; siendo los asuntos geopolíticos el motor principal de tan controversial colaboración.
Pero ojo, este texto no está para ejercer juicios de valor sobre las decisiones tomadas por el mandatario federal en materia de salud; sino en el análisis sobre la importancia, o no, de los acuerdos políticos y sus repercusiones en la opinión pública.
Centrando el discurso en uno de los debates menos abordados al respecto, y que tiene que ver con los acuerdos y consensos políticos. Y es que partiendo de la premisa de que una democracia, más que un régimen de acuerdos, es un sistema para convivir en condiciones de profundo y persistente desacuerdo.
No obstante, en asuntos o en circunstancias particulares, los acuerdos son de suma relevancia para el mejor desempeño de la vida pública y política. Además de que en un segundo nivel de análisis, los desacuerdos resultan ser más conservadores que los acuerdos; es decir, cuanto más polarizada está una sociedad menos capaz es de transformarse.
Dicho la anterior, no solo se trata de lograr consensos a nivel local, sino también estrechar lazos de solidaridad (a través de acuerdos) con gobiernos de otros países. Sobre todo si tomamos en cuenta la teoria de la interdependencia compleja (propuesta por el politólogo estadunidense Robert Keohane y su compatriota y geopolítico Joseph Nye.), la cual sostiene que los Estados y sus fortunas están inseparablemente unidos. Analizandocómo la política internacional es transformada por las complejas conexiones entre Estados-Nación.
Teniendo en cuenta que la construcción de dichas relaciones internacionales, ha sido determinante en la solución de algunos de los problemas prioritarios de la agenda global.
Es decir, la escuela de la interdependencia postula que muchos aspectos de la vida nacional dependen de lo que suceda en otros países. Y México ocupa un lugar privilegiado en la geopolítica internacional.
La abundancia propagandística (política) en medios digitales de comunicación puede ser leída como un debilitamiento del Estado frente al mercado; en donde la cultura del ascenso mediático está organizada según las reglas comerciales y de manejo clientelar de las audiencias.
Al mismo tiempo que -en voz de algunos- los partidos políticos extraviaron su credibilidad y capacidad de representación de los intereses ciudadanos. Siendo los medios quienes fueron ocupando esos lugares de intermediación y deliberación social. No obstante, para lograr un análisis más preciso del fenómeno en cuestión debe entenderse y observarse desde las dicotomías: público/privado, espacio/tiempo, individual/colectivo. En un entramado de proyecciones simbólicas.
En el caso particular de los procesos electorales, los políticos se ven empujados a proyectar su imagen no sólo frente a sus simpatizantes, sino también con respecto a quienes no comparten sus ideas o proyectos. Por lo que los candidatos se esfuerzan por presentar su capacidad individual y profesional, con el fin de generar emociones de simpatía y empatía moral frente a los electores. Ergo, la batalla por el poder deviene en la teatralización.
En este escenario aparecen problemas de expresión y de comunicación. No obstante, desde este enfoque, los espacios digitales, son el mejor escenario para observar lo que ocurre en el dominio público y el debilitamiento que experimenta como espacio de participación. Es decir, -y de regreso al escenario político-, el concepto de espacio público, se ha transformado de “lo abierto” y lo manifiesto, a la observación de todos. Aludiendo a la relación entre los entes públicos, es decir, a los vínculos del habitante y las plataformas digitales como espacio de encuentro.
Entendiendo lo anterior, las redes sociales han abierto una ventana inmensa de oportunidades para todos, desde empresas y marcas hasta gobiernos y ciudadanos. Luego entonces, los aspirantes a cargos políticos han descubierto en ellas una herramienta que, bien utilizada, puede sumar mucho valor a su postulación en términos de comunicación, imagen y alcance.
Y es que la base de la política es la comunicación, porque “no hay política sin diálogo”; sin disputa por la visibilidad en la esfera pública, apelando siempre a la movilización sentimental. Por tanto, esa lucha, se juega en la comunicación a través de estrategias, campañas, mensajes, medios, eventos y creatividad pública; que será contada desde la lógica del entretenimiento y se convoca desde y hacia lo emocional.
Uno de los grandes problemas en la política actual es el abstencionismo que permea a la hora de elegir un representante. Problemática que parte principalmente del mencionado discontinuo discurso entre Estado y sociedad. Sin mencionar que muchos candidatos continúan diseñando campañas de manera tradicionalista con apenas una pequeña interacción en las plataformas digitales, desaprovechando la inmensa cantidad de población votante que se encuentra todos los días navegando en esta gran red.
En este sentido, se dice que el mayor ejemplo es el del expresidente de EEUU, Barack Obama pues el uso de redes sociales durante su contienda para llegar a la presidencia, sentó un antes y después para hacer campañas.
Pero antes de continuar avanzando, es importante detenernos en un concepto relativamente nuevo en el discurso, pero que en los anales de las disciplinas antropológicas ha servido para entender diferentes procesos históricos y que en materia de comunicación política es sumamente importante.
La globalización y todos sus procesos han generado como consecuencia nuevas técnicas tanto en la persuasión, la cultura, el aprendizaje y consecuentemente en la comunicación. Siendo este último proceso uno de los encargados de erradicar las fronteras geopolíticas (entre otras) modificando también la conducta del ser humano individual y grupal.
Así, hoy en día, en la sociedad de la información, las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) tienen un papel fundamental al momento de comunicar, interactuar y conformar una democracia más participativa, diferenciándose de los medios tradicionales como la radio, televisión y prensa en la que no se consigue una participación directa entre políticos y ciudadanos.
Por ello, el éxito de la nueva comunicación política no solo versa en los medios (canales) de comunicación, sino en la lógica de sus dinámicas colaborativas. Así, el nuevo discurso político se asume en una actitud social, abierta, participativa independientemente de las herramientas tecnológicas que sean utilizadas; es más un proceso, un camino que un resultado.
La política ya no puede quedarse al margen o relegarse a la globalización, pero tampoco pueden hacer uso de las redes sin comprender por qué lo hacen o que estas son un proceso de transparencia y un sistema abierto y colaborativo.
De modo que el uso coherente y social del internet no se basa en la tecnología, sino de la filosofía e ideología; es así como los actores políticos deben hablar menos y actuar más. No debe solo parecer, sino ser, ya que las redes serán la carta de presentación de sinceridad y autenticidad. Precisando que ser transparente no significa, no mentir; sino todo lo contrario…
Planteando que el propósito de comunicar no se limita a la transmisión de información de sí mismo o de alguna situación, sino ésta va más allá, enfatizando que el performance social se levanta en situaciones conflictivas y que poseen tres fases de acción pública: ruptura, crisis y reparación.
Conviene subrayar que estos acontecimientos emergen, por lo general, durante una efervescencia social y suponen el uso de recursos simbólicos o icónicos de carácter popular. Es decir, en las campañas electorales, la declaración de un candidato o su desempeño en un mitin o en un debate son ejemplos de las situaciones que pueden convertirse en referentes simbólicos e icónicos para el electorado.
Si bien es cierto que, en los viejos esquemas, se buscaba que los actores políticos se movieran en situaciones contraladas, evitando en la medida de lo posible los contratiempos, pues se verían obligados a improvisar, con resultados variables que van del ridículo al éxito.
Sin embargo, en su propio carácter performático: entendiéndose como una ruptura espacial/temporal del acontecer político nacional, esto puede llegar a ser efímero; es decir, desaparece y se consume en la acción misma.
Luego entonces, el análisis de este tipo de situaciones resulta relevante en la medida en que permite observar cómo se cristalizan los conflictos de poder en referentes simbólicos determinados y, en ocasiones, se constituyen en rupturas de esos mismos referentes y abren paso a nuevas formas de representación del conflicto y de lo que se considera legítimo. Las nuevas representaciones legítimas no sólo suponen escenificaciones actualizadas de los conflictos de poder, sino que presuponen una estructura de derechos diferentes entre los actores políticos y entre ellos y sus referentes sociales.
De acuerdo al Banco de México, “la inflación es un fenómeno que está relacionado con el aumento desordenado de los precios de la mayor parte de los bienes y servicios que se comercian en sus mercados, por un periodo de tiempo prolongado”. Lo que en términos coloquiales podría definirse como: la inflación hace que el dinero valga menos; habiendo implicaciones políticas de gran alcance, siendo, además la antesala de un sinnúmero de conflictos sociales.
No son pocas las escuelas de pensamiento que han intentado definir y entender el fenómeno. Teniendo, por un lado, la economía clásica de Adam Smith, quien propone que el aumento de los precios depende exclusivamente de la oferta monetaria existente; es decir, que cuando hay un exceso de liquidez, los precios suben y, por el contrario, si no hay suficiente dinero disponible, los precios tenderán a la baja. Hasta el monetarismo de Friedman pasando por las teorías económicas de Keynes, siendo esta última la que propone que, la inflación está estrechamente unida a la curva de la oferta y demanda: cuanta más demanda haya sobre un producto concreto, la oferta tenderá a ser superior y viceversa.
En efecto, la inflación sigue siendo un concepto difuso. Y muchas veces invisible para el resto de la sociedad; sin embargo, sus estragos nos afectan a todos en mayor o menor medida. Y es que cuando hay inflación en una economía, es muy difícil distribuir nuestros ingresos, planear un viaje, pagar nuestras deudas o invertir en algo rentable, ya que los precios, que eran una referencia para asignar nuestro dinero de la mejor manera posible, están distorsionados.
No obstante, lo que parece aún más grave de la situación, es que cualquier medida tomada resultará poco efectiva y muy cuestionada. Por ejemplo -recientemente- y con la finalidad de detener el alza de la inflación, el presidente Andrés Manuel López Obrador, dio a conocer la estrategia que busca establecer un precio máximo a los productos que integran la canasta básica; misma que contempla el aumento en la producción de granos de arroz, frijol y maíz y la estabilización del precio de la gasolina y el diésel.
Aunque a decir de algunos expertos en finanzas, la política de controles directos (inspirada en los edictos de los emperadores romanos «prohibiendo» que suban los precios), a corto plazo pueden tener un cierto efecto, pero si no se corrigen las causas de fondo, en cuanto se levanten los controles la inflación resurgirá con más fuerza.
En cualquier caso, el control directo sólo puede ser una medida a corto plazo; si se prolongase en el tiempo se provocarían distorsiones en la producción con lo que el remedio podría ser peor que la enfermedad.
Lo anterior, en referencia a lo informado por el titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Rogelio Ramírez de la O, quien resaltó que hay una relación comprometida de coordinación entre empresas y gobierno por seis meses, a fin de dar seguimiento al comportamiento de la inflación.
Sin embargo, el hecho de que no exista aumento significativo en el costo de los productos que integran la canasta básica, no convierte a estos consumibles en accesibles para cualquier familia mexicana. ya que si se toma en cuenta que el salario mínimo general al mes de abril de 2022 es de $ 172.87 es lógico asumir que este importe no es suficiente para subsistir y abastecer las necesidades básicas de la población dados los altos precios en productos y servicios estrictamente indispensables como por ejemplo: gas, electricidad, frutas y verduras, granos, artículos de limpieza e higiene personal, medicinas, gasolina, transporte, entre otros.
Incluso, aun cuando las políticas para mantener el nivel de precios sean aparentemente correctas, existe la posibilidad de que algunas de ellas generen cierta inercia sobre la inflación. Generando un efecto conocido como espiral inflacionaria. Por lo que, en definitiva, dichas medidas resolutivas no deben tomarse única y exclusivamente desde las ciencias del dinero.
“Los europeos están fatigados de la democracia y tratan de encontrarle los límites a la flexibilidad del sistema”, afirma David Trueba en su columna para el periódico español El País.
En efecto, vivimos tiempos en que la sociedad es aún más nerviosa y con mayor desconfianza hacia los gobiernos y sus políticos. Pero también, en una sociedad que pasa del malestar al miedo, y que vive constantemente en la incertidumbre, porque nada le genera certezas de un presente o un futuro mejor.
Así, dicha incertidumbre, sin duda alguna, también afecta al futuro de la política. Un buen ejemplo -y continuando con la reflexión del periodista y director de cine español- lo vimos en Francia, en donde, tras la segunda vuelta, y con el nuevo triunfo a Emmanuel Macron; la jornada electoral se vio enmarcada por una alta abstención, superior al 28%. Por lo que las encuestadoras señalaron que es el porcentaje más alto desde las elecciones de 1969, hace más de 50 años.
Abstención electoral en Francia.
Ya desde el año pasado, con las elecciones locales en el país galo, la alta abstención se encaminaba a convertirse en una constante. Ya que, para los comicios del 27 de junio, la abstención se situó entre el 64% y el 66%, siendo una de las más altas del país. Aunque la cifra no superó a la falta de participación de la primera vuelta (20 de junio 2021). En esa ocasión, la abstención fue de 66,74%.
Incluso el ministro del Interior, Gérald Darmanin en ese entonces publicaba en sus redes sociales: “El nivel de abstención es particularmente preocupante”.
¿Pero será que lo anterior responde al desencanto con la política y desafección con los gobiernos? Al menos en Francia lo visto suele indicar que las tendencias participativas van encaminadas a ello; ya que si bien, hasta ahora, en todas las ocasiones en que la derecha populista había llegado a esta situación, el resto de votantes (de otras fuerzas políticas) daban su apoyo al partido que pudiera hacer frente al desafío democrático.
Algunos analistas también han advertido que la baja participación podría radicar, no solo en un alto desinterés social, sumado al clima político-militar que atraviesa Europa; sino que también se le atribuye a una campaña electoral casi invisible. Es decir, a la sensación generalizada de que todo estaba decidido.
¿Y las consecuencias?
Luego entonces, la “democracia fatigada” se refleja en el malestar dominante en las sociedades y en la crisis de las instituciones representativas; generando un clima de conflicto social con tendencias a la radicalización de narrativas y de polarización ciudadana.
Asimismo, la crisis de la democracia tiene un posible epicentro: el deterioro del papel clásico de los partidos políticos que sufren una dramática pérdida de identidad. Además de partidos con alta volatilidad electoral y su constante fragmentación.
Lo malo, es que fatigados, somos más vulnerables y, al mismo tiempo, irascibles, impacientes e indiferentes. Por lo que, Francia puede ser un serio aviso para las democracias latinoamericanas.
“Ser o no ser, esa es la cuestión”. Icónica frase de apaertura del soliloquio pronunciado por Hamlet, que nos invita a reflexionar sobre las tensiones que se producen entre la voluntad y la realidad.
Misma que brinda la posibilidad de cuestionar el acontecer político nacional actual. Y es que, en efecto, en estos tiempos en donde la tensión entre la voluntad (de unos cuantos) y la realidad (de otros tantos) se apoderan del pensamiento y del discurso político; el cuestionamiento filosófico planteado por el dramaturgo y poeta inglés, William Shakespeare cobra mucho sentido.
En este caso en particular, para cuestionar las implicaciones que existen entre votar o no votar, en la revocación de mandato promovida por vez primera en México.
Pero comencemos por el principio. Dentro de la democracia participativa -modelo que en su momento revolucionó la concepción clásica de democracia- se propone una mayor intervención de los ciudadanos en los procesos de toma de decisiones, a partir de la introducción de instrumentos de participación directa. Siendo, la revocación del mandato, sin duda, la más reconocida y la más cuestionada: la que provoca más polarización.
Venezuela (2004) y Bolivia (2008), son un antecedente histórico inmediato en el imaginario colectivo de este tipo de ejercicio democrático. No obstante, en algunos países de Europa, así como en Canadá y en Estados Unidos, se ha venido aplicando; aunque de forma limitada a gobiernos locales. Sin olvidar que sus orígenes proviene desde la democracia ateniense, que con la llegada del modelo representativo cayó en desuso.
Así, México se convertirá en el tercer país de la región en consultar a la ciudadanía sobre la remoción anticipada del titular del Ejecutivo Federal.
Y aunque este mecanismo, fundamentado en la soberanía popular y bajo la idea del mandato imperativo, permite la conclusión anticipada por la inconformidad con el desempeño del cargo, la pérdida de la confianza en el representante o la insatisfacción generalizada. La discusión de lo que acontecerá en próximos días en México no debería sustentarse en la efectividad (o no) de dicho mecanismo de participación ciudadana; ya que de lo que se trata -particularmente en este caso- es de mostrar el músculo político-electoral con el que cuenta Morena, de cara a los comicios de 2023 y 2024. Es decir, poner de manifiesto que el presidente Andres Manuel López Obrador sigue contando con la capacidad movilizar a millones de ciudadanos.
Luego entonces, López Obrador no tiene ningún plan de abandonar sus funciones, sino todo lo contrario. El presidente busca que la revocación sea un ejercicio sobre su figura y su liderazgo.
De otra manera, cómo podría explicarse que en los últimos meses se ha podido ver a simpatizantes de López Obrador buscar de forma activa apoyo para la realización del referendo que podría, de hecho, ponerle fin a su mandato.
Además de que este ejercicio que debería impulsar la participación democrática, ha provocado el efecto contrario, aparta a la ciudadanía porque confronta y polariza.
“El pueblo de Chile es protagónico en este proceso. No estaríamos aquí sin las movilizaciones de ustedes», señaló este 11 de marzo el exlíder estudiantil y ahora mandatario (más joven) de Chile ante decenas de miles de seguidores.
El ascenso político de Boric ha sido vertiginoso. Una década atrás era prácticamente desconocido, hasta que en 2011 surgió como uno de los líderes más representativos del movimiento estudiantil que tomó las calles del país sudamericano, demandando al Estado educación gratuita y de calidad. Que a propósito, por aquel entonces transcurría el primer gobierno Sebastián Piñera, a quien reelevará como presidente el próximo mes de marzo.
Lo que logró mayor impacto fue el uso de sìmbolos y su dinámica creatividad en las acciones emprendidas para visibilizar el movimiento (besatones, flashmob, marcha de los paraguas), mismos que le permitieron permanecer en el imaginario colectivo tanto al interior del país como al exterior.
Hoy, a poco más de 10 años y con una pandemia en medio, Boric -con 36 años de edad- deberá realizar la compleja encomienda que millones de chilenos le confiaron: transformar un país que reclama un cambio de rumbo.
El izquierdista Gabriel Boric, emocionó a sus seguidores iniciando su mandato del mismo modo en el que comenzó su campaña electoral; lleno de simbolismos y rompiendo todos los protocolos oficialistas. Siendo el levantamiento del puño izquierdo la firma simbólica de su cargo como máxima autoridad del país; enmarcándolo con un «gran sentido de la responsabilidad y el deber ante el pueblo».
Cabe mencionar que sus primeras declaraciones (más progresista desde la campaña), el ahora presidente puso de manifiesto que su gobierno estará enfocado en impulsar políticas sociales. Recordando que sus propuestas electorales nacieron a partir de la lucha social, el feminismo, la crisis climática, la descentralización y un trabajo digno en su país.
Además, y a pesar de que sus posturas rompen con el sistema económico que ha regido el país durante más de tres décadas, Boric apeló a la unidad entre fuerzas políticas. «Nos vamos a necesitar todos, Gobierno y oposición», agregó.
Lo anterior, pone de manifiesto que Chile y probablemente el resto de América Latina está (nuevamente) en un proceso de búsqueda de identidad; en el que el sector estudiantil desempeña una función trascendental en su devenir histórico político y social.
Enfatizando que los movimientos sociales han hecho posible la apertura del debate político, la democratización de la discusión y la consideración de problemas denunciados por estos grupos.
“¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza de muchos intelectuales […] fundada en la certeza de la idolotría. El instinto animal se impone a la razón humana”, pronuncia Eduardo Galeano en su libro El fùtbol a sol y sombra; un homenaje del escritor y periodista uruguayo al deporte -más popular del mundo- como espectáculo deportivo y un rechazo como negocio.
En el mismo, Galeano le dedica especial atención al estadio y a la afición. Analizándolos no solo como el escenario y los espectadores (pasivos), respectivamente de este espectáculo; sino que los entiende como actores participantes de dicha puesta en escena.
Subrayando que “rara vez el hincha (el aficionado) dice: «hoy juega mi club». Más bien dice: «hoy jugamos nosotros». Bien sabe este jugador número doce que es él quien sopla los vientos de fervor”. Sin embargo y a pesar de poetizar la participación del aficionado, también hace una acotación sobre el fanatismo.
“El fanático llega al estadio envuelto en la bandera del club, la cara pintada con los colores de la adorada camiseta, erizado de objetos estridentes y contundentes, y ya por el camino viene armando mucho ruido y mucho lio. Nunca viene solo. Metido en la barra brava, peligroso cienpiés, el humillado se hace humillante y da miedo el miedoso.”
Pero, ¿qué es una barra brava? Bueno, resulta importante señalar que es algo complejo de definir, dada su naturaleza, ya que es un fenómeno inmaterial y relativamente nuevo. No obstante, uno de las características más notorias de este tipo de afición, además de las ya enunciadas por Galeano, es la de autodesignación de “custodios de la identidad del equipo”. Y en contraposición con “el otro”; denotando así, las claras relaciones de poder entre dichas subculturas o tribus, formadas alrededor del espectáculo deportivo.
En efecto, al formar parte de una barra el “yo individual” es subsumido por el “yo colectivo”, que piensa y actúa en forma alterna. Interiorizando instintos colectivos.
Si gana, se alegran y si pierde, se entristecen; es decir, se cruzan sentimientos de felicidad o tristeza (según sea el caso), que si no pasan de un sentir popular, no hay problema. El conflicto surge cuando ese sentimiento se manipula y se pasa de la experiencia sensorial/emotiva a la acción real. Lo cual puede derivar en violencia.
No obstante, parece que los clubes deportivos, han convertido en empresa rentable a la pasión generada por dicho sentido de pertenencia comunitaria, explotando el valor simbólico que se le ha otorgado al futbol; generando una especie de olla de presión de pasiones.
Y esque parece que el ente “barras bravas” se encuentra bajo la influencia de la ira y que trata de controlarla, reprimirla o superarla, inevitablemente se expone a una situación conflictiva. Luego entonces, este escenario se convierte en el caldo de cultivo idóneo para la expresión de actos violentos.
De ahí que el psicoanalista y psicólogo social Erich Fromm proponga que existe una agresividad natural que está al servicio de la supervivencia de la especie, pero también otra de tipo histórico-cultural que se manifiesta en las pasiones y trata de hacer que la vida tenga sentido.
Así, es inegable que la violencia permea numerosos aspectos de la vida social, condicionando o determinando su dinámica. Pues la violencia es un fenómeno de múltiples caras; por ejemplo, violencia juvenil, de género, sexual, étnica, familiar, endémica, discursiva, simbólica, cotidiana o estructural, de alta o baja intensidad, violencia legítima o criminal, entre otras.
En cualquier caso, al hablar de violencia hablamos de relaciones de poder, así como de estructuras de dominación, o como diría Antonio Gramsci, de relaciones de hegemonía.
Por su parte, el médico neurólogo y considerado padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, relacionaba ese instinto con un impulso autodestructivo: una ira interna hacia nosotros mismos que reprimimos. Que a su vez, puede generar agresividad hacia los demás. Y sugería que el ser humano, al igual que otros animales, reacciona a la frustración con agresividad; es decir, nos volvemos agresivos cuando se nos impide conseguir algo. Sentimos frustración de que se bloqueen nuestros esfuerzos y dirigimos la ira hacia lo que tenemos delante.
Así, la buena conducción de las pasiones es preferible a la represión y la coerción. Porque el hombre que está bajo el yugo de una obediencia es como una bestia lista para abalanzarse sobre su presa. Su agresividad solo se traduce en violencia porque no tiene salida y no puede exteriorizarla.
Y es que, las personas necesitan creer en algo y el fútbol les permite soñar con una gloria. Ven a los jugadores como héroes, que hacen realidad sus sueños y les brindan triunfos. Ahí entran en juego los sentimientos. El fútbol es como tal una pasión y religión. En donde todos vibran de emoción a la vez y endiosan a los jugadores.
Además, y de la mano de Elias Canetti en su libro Masa y Poder, la masa nos reconforta, nos da seguridad; principalmente por una ilusión momentanea de poder. Emoción que prevalece gracias a su condición de organismo corporeo independiente al individuo, es decir, el poder basado en el anonimato de sus integrantes.
Finalmente, cabe señalar que las barras bravas, pueden ser vistas como espejos deformantes de la sociedad. En donde las personas se refugian, utilizando las gradas en una suerte de escenario dramático que simboliza el descontento y frustración social. Ergo, una sociedad equilibrada permite la sublimación de los impulsos de sus ciudadanos. Pero una sociedad enferma solo proyecta estos impulsos de muerte en los campos de batalla y termina destruyéndose a sí misma.
Identidades, nacionalismo y patriotismo: la expansión rusa
En las últimas semanas, la tensión entre Ucrania y Rusia ha levantado diversas opiniones de la comunidad internacional.
Y aunque la historia del conflicto es añeja y compleja, los más recientes hechos se remontan al 24 de febrero cuando el presidente Vladimir Putin, anunció el inicio de una «operación militar especial» en Ucrania. Tan solo unos días después de haber reconocido la independencia de las regiones ucranianas de Donetsk y Luhansk.
Pero antes de continuar, debemos tener presente que ambas regiones del territorio ucraniano son hogar de un gran número de rusos étnicos. Y que la ciudad de Kiev, capital de Ucrania, es considerada como el lugar donde nació la república rusa.
Así, dichos antecedentes históricos, étnicos y culturales en Ucrania han buscado ser aprovechados por Vladimir Putin; quien a menudo, menciona que “el estado ruso tiene el derecho y la obligación de protegerlos y defenderlos, no importando dónde se encuentren los rusos en el mundo”.
Además, en 2008, el entonces portavoz de Putin, Vladislav Surkov, afirmó que “Ucrania no es un estado”. Y más recientemente el propio mandatario escribió un artículo en el que afirma que los rusos y los ucranianos son “un pueblo, un todo único”.
Pero ¿qué es lo étnico y qué tiene que ver con el actual conflicto armado?
Las étnias o grupos étnicos, así también definidos, pueden ser considerados como pueblos, naciones, tribus o comunidades; según los distintos contextos y circunstancias. Aunque a menudo se identifica a los grupos étnicos en función de la identidad localversus la identidad nacional.
Es decir, la identidad nacional se construye como un elemento que, en el contexto del Estado Nación moderno, da sentido a la idea de pertenencia hegemónica; fundamental para diferenciarse de otras y otros en el mundo. Luego entonces, la institucionalización de la identidad consiste en la organización simbólica y material de procesos, para dar cohesión a un grupo social, dentro del marco de influencia del Estado.
De hecho, muchos conflictos étnicos en el mundo obedecen a problemas surgidos a raíz de los cambios en la posición de un grupo étnico dentro de un marco social más amplio: como podría serlo el territorio nacional.
Cuando un Estado usa una identidad concreta, superponiéndola exageradamente sobre otras, ejerciendo poder sobre la base de esas diferencias, nos encontramos con lo que Mary Kaldor denomina política de identidades.
Aunque, de hecho, puede sostenerse que el conflicto étnico no existe. Lo que sí existe son conflictos sociales, políticos y económicos entre grupos de personas que se identifican según criterios étnicos: color de piel, religión, idioma, entre otros.
No obstante, cuando se utilizan las diferencias étnicas para distinguir “al otro” en una situación de conflicto, la etnicidad se convierte efectivamente en un factor determinado de la dinámica del conflicto.
Es aquí donde entran dos conceptos claves en la conformación de las identidades del Estado: patriotismo y nacionalismo, son dos términos que relacionan al individuo con su nación de origen. Y aunque puedan parecer sinónimos y a menudo se utilizan como tal, pues ambos se nutren de los mismos simbolísmos; son conceptos paralelos.
Con patriotismo entendemos la devoción hacia un lugar particular y un estilo de vida, que uno cree que son los mejores del mundo, pero que no tiene ningún deseo de imponer en los demás, así mismo suele aceptar lo plural, lo diverso, como algo enriquecedor. Mientras que el nacionalismo es excluyente y en ocasiones hasta supremacista; el propósito constante de todo nacionalista es obtener más poder y más prestigio, no para él mismo, sino para la nación o la unidad en la que haya decidido hundir su propia individualidad. O como diría Romain Gary en su libro Pour Sganarelle: “El patriotismo es el amor de los propios. El nacionalismo es el odio de los demás”.
No obstante, sobre ambas identidades del Estado (Patria y Nación) se han derramado abundantes cantoidades de sangre a lo largo de la historia.
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