Los símbolos de la selva (política): El espectáculo político.

diciembre 7, 2021 Carlos Lorenzana

Según Andrés Manuel, la política es hablar con la verdad. Sin embargo, para la sociolingüista española Mercedes Bengoechea, el lenguaje es una institución humana, reflejo intrínseco de la sociedad, siendo un importante recurso político de dominación. Ergo, la política no puede hablar desde la verdad…

A propósito de la reanimada confrontación entre el mandatario federal y el “jefe” Diego Fernández de Cevallos cabe hacer un recuento de sus enfrentamientos y un posterior análisis del discurso empleado por ambos políticos.

Pero primero, es precioso partir de la noción de que el lenguaje, en su carácter simbólico, tiene la capacidad de dotar de significado a la realidad. Y al mismo tiempo, esta realidad se “materializa” cuando somos capaces de expresarla mediante símbolos. Es decir, los términos, las frases y el lenguaje que usamos para describir la realidad, las cosas y las personas organizan nuestra estructura interpretativa de las mismas.

Aunado a lo anterior, es importante señalar que el discurso político, en cualquiera de sus formas, se desenvuelve en el espacio público, por lo que su utilización suele ser empleada de manera estratégica, ya que juega un papel fundamental en la injerencia de las emociones del público receptor.  

En este contexto de excitación ideológica y política, el análisis del discurso -desde diferentes miradas tales como: la lingüística-gramatical, semiótica, discursiva, sociológica, política, epistemológica, etc.- ayuda a desentramar los códigos simbólicos escondidos en el propio lenguaje (oral y/o escrito) del emisor; así como los instintos que despierta en los receptores.   

Ahora bien, el pleito que traen AMLO y el ‘Jefe’ Diego, tiene ya varios años, no obstante, en fechas recientes se ha intensificado, intercambiando insultos y acusaciones. Cada uno desde su trinchera; por un lado, Fernández de Cevallos haciendo uso de su reciente cuenta en Twitter; mientras que el tabasqueño desde su máxima tribuna, es decir las mañaneras

Según lo expresado por el militante de Acción Nacional, quien desde hace años ha tenido fuerte influencia en su partido y que actualmente representa una de las más notorias oposiciones de Andrés Manuel, el pleito casado entre ambos comenzó con unas acusaciones hechas, por el hoy presidente de la República, en una entrevista para la revista Proceso en el año de 1996. Y que tienen su origen en las declaraciones emitidas por el panista, en donde se pronunciaba a favor de la quema de boletas de la elección de 1988.

Lo anterior, fue expuesto durante un encuentro en el programa de televisión encabezado por Joaquín López-Dóriga. Y que, a más de 20 años de distancia, López Obrador revivió en marzo de este año. 

Posterior a esto, los ataques han continuado, enfrascándose en discursos estériles y que solo se limitan a atacarse y desprestigiarse mutuamente sin una construcción sólida del lenguaje, sin embargo, es posible que esto sea a posta y que la edificación del discurso se centre en ello mismo. 

Y es que, de acuerdo con diversos estudios lingüísticos y antropológicos, el discurso violento complejiza la relación entre pasión y razón. Y aunque podría pensarse que el ímpetu y violencia de los ataques (contra el adversario) dificultarían el correcto flujo discursivo; lo cierto es que su influencia se ve fuertemente marcada en la polémica.

Así, la polémica se entiende como el discurso violento por excelencia. Básicamente es una guerra verbal; en donde, en este caso, ambos se empeñan en agredir al adversario, pero lo hacen desde un discurso descalificador. No obstante, las declaraciones de ambos comparten puntos de encuentro, mismos que permiten que la discusión se desarrolle; si no existiese un mínimo acuerdo, la polémica sería inviable. 

Llegando entonces a lo que Murray Edelman afirma sobre el “espectáculo político”. Resaltando, en primer lugar, las funciones políticas de los vocabularios. Ya que, según el politólogo estadunidense, las palabras, por sí mismas, generan efectos políticos. Dicho de otro modo, las palabras efectuaban su función política específica, una vez que son desconectadas de su función descriptiva y quedan colgadas de la pura abstracción. Convirtiendo al lenguaje en un depósito de símbolos que activaban respuestas de pasividad o de excitación en los públicos masivos.  

Cabe recalcar que el uso de la retórica y de otros elementos lingüísticos desempeña un papel significativo en el discurso, puesto que apoyan la estrategia predominante del emisor. En este caso, es posible identificar en ambos ciertos elementos lingüísticos como lo es la utilización de pronombres personales y demostrativos (“usted”, “nosotros”, “yo”, “esta”, “su”) ya que permiten incluir y crear oposición, de tal manera que apoyan perfectamente la estrategia predomínate del discurso.

Por otro lado, en el caso particular del “jefe” Diego, los elementos retóricos empleados en el discurso permiten enfatizar y hacer una burla fina y disimulada. Mientras que López Obrador tiene un discurso más confrontativo, y en ocasiones repetitivo. Sin embargo, ambos controlan el escenario.

Por lo que podemos intuir, que nada es fortuito en los mensajes emitidos por estos dos monstruos de la política mexicana. Y es que, aunque no resulta nada extraño escuchar a nuestros políticos emitir, de vez en cuando, discursos efusivos y pasionales, Andrés Manuel López Obrador ha sido el máximo exponente de este tipo de declaraciones en contra de sus adversarios políticos (como él mismo los ha denominado), encontrándose con su mayor contrincante en Fernández de Cevallos.