abril 29, 2022 Carlos Lorenzana

Fatigados de la democracia.

“Los europeos están fatigados de la democracia y tratan de encontrarle los límites a la flexibilidad del sistema”, afirma David Trueba en su columna para el periódico español El País.

En efecto, vivimos tiempos en que la sociedad es aún más nerviosa y con mayor desconfianza hacia los gobiernos y sus políticos. Pero también, en una sociedad que pasa del malestar al miedo, y que vive constantemente en la incertidumbre, porque nada le genera certezas de un presente o un futuro mejor.

Así, dicha incertidumbre, sin duda alguna, también afecta al futuro de la política. Un buen ejemplo -y continuando con la reflexión del periodista y director de cine español- lo vimos en Francia, en donde, tras la segunda vuelta, y con el nuevo triunfo a Emmanuel Macron; la jornada electoral se vio enmarcada por una alta abstención, superior al 28%. Por lo que las encuestadoras señalaron que es el porcentaje más alto desde las elecciones de 1969, hace más de 50 años.

Abstención electoral en Francia.

Ya desde el año pasado, con las elecciones locales en el país galo, la alta abstención se encaminaba a convertirse en una constante. Ya que, para los comicios del 27 de junio, la abstención se situó entre el 64% y el 66%, siendo una de las más altas del país. Aunque la cifra no superó a la falta de participación de la primera vuelta (20 de junio 2021). En esa ocasión, la abstención fue de 66,74%.

Incluso el ministro del Interior, Gérald Darmanin en ese entonces publicaba en sus redes sociales: “El nivel de abstención es particularmente preocupante”.

¿Pero será que lo anterior responde al desencanto con la política y desafección con los gobiernos? Al menos en Francia lo visto suele indicar que las tendencias participativas van encaminadas a ello; ya que si bien, hasta ahora, en todas las ocasiones en que la derecha populista había llegado a esta situación, el resto de votantes (de otras fuerzas políticas) daban su apoyo al partido que pudiera hacer frente al desafío democrático.

Algunos analistas también han advertido que la baja participación podría radicar, no solo en un alto desinterés social, sumado al clima político-militar que atraviesa Europa; sino que también se le atribuye a una campaña electoral casi invisible. Es decir, a la sensación generalizada de que todo estaba decidido.

¿Y las consecuencias?

Luego entonces, la “democracia fatigada” se refleja en el malestar dominante en las sociedades y en la crisis de las instituciones representativas; generando un clima de conflicto social con tendencias a la radicalización de narrativas y de polarización ciudadana.

Asimismo, la crisis de la democracia tiene un posible epicentro: el deterioro del papel clásico de los partidos políticos que sufren una dramática pérdida de identidad. Además de partidos con alta volatilidad electoral y su constante fragmentación.

Lo malo, es que fatigados, somos más vulnerables y, al mismo tiempo, irascibles, impacientes e indiferentes. Por lo que, Francia puede ser un serio aviso para las democracias latinoamericanas.

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